Cuando te tengo entre mis brazos y te siento quieta
como las olas en ciertas noches sin luna
tu corazón se torna imperceptible,
acaso como esos caballos de parque, manso.
¡Qué música inefable la de tu sangre
y mi sangre cuando bajan como un río en pos del mar!
Junto a las olas se adormece el niño lloroso del corazón,
mientras de ida y vuelta recorro los pasillos salinos
y tú te doblegas en los arenales húmedos,
con nuestra pasión dolorida envuelta en chales y susurros.
Desde allí, desde la nada y desde el todo,
recupera la luz la noche y el amor la vida.
Tu mano entonces y la mía
se unen otra vez como la espuma a las olas
y la arena al sol.
JOSE FERNANDO MOLINA Fotografias y Edición Digital
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